Esos viajes inesperados

Aunque se disfruta mucho, muchísimo, planeando un viaje con tiempo y calma… nada se compara con la alegría y la energía increíbles, desbordantes, que aportan esos viajes inesperados. Esos que surgen casi por generación espontánea, cuando ya habías abandonado toda esperanza de ir a ningún sitio, y en los que más que planear te lanzas a la aventura.

Algo así nos pasó este verano.

Teníamos en mente hacer un viaje en coche. No habíamos fijado destino, ni ruta, ni fecha, ya que los dos estábamos bastante liados y todo iba a depender de cuántos días pudiéramos cogernos. Así que decidimos tomárnoslo con filosofía, no agobiarnos y decidir las cosas sobre la marcha. Los días previstos para vacaciones fueron posponiéndose una, dos y hasta tres veces por exigencias laborales, y, cuando ya casi habíamos dado por perdida la posibilidad de irnos de viaje, todo cambió.

De repente, marcamos la última semana de septiembre en nuestros calendarios y comenzamos a pensar posibilidades. Sabiendo que con tan poca antelación iba a ser difícil encontrar un vuelo a buen precio, quise comprobarlo… por si acaso. ¿Qué podíamos perder? Y allí estaba. De repente. EL VUELO.

Y llegó el viaje más inesperado que nos podíamos imaginar: ¡NUEVA YORK!


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